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Morir por las ideas

La idea es excelente. Yo casi me muero por no haberla tenido.

 

Hablemos de lo que todo el mundo está hablando. Charlie Hebdo, atentado en París, musulmanes y libertad de expresión.

 

Hace dos días, a la mañana del 7/01, a una semana de empezar el año, desperté después de una noche bastante fea, y la primera noticia que salta (en la tele, en internet) es la del atentado contra la revista satírica ultra izquierdosa Charlie Hebdo.
Dudo que a esta altura quede alguien no familiarizado mínimamente con el hecho. Pero igual (como no sé qué escribir) hago un breve repaso. El miércoles pasado se produjo un ataque terrorista contra una revista francesa. La misma era conocida por su irreverencia contra las religiones en general entre otras instituciones; una rápida búsqueda en google y se pueden ver varias de sus tapas. Una suerte de versión francesa de la Barcelona, pero mejor y más en serio (¿o menos en serio?).

Tres personas asociadas de alguna forma al islam, irrumpieron en la sede central de la misma, y fusilaron a matar en total a 12 personas, y dejaron varios heridos. Entre los muertos se encuentran el director de la misma, y varios dibujantes, columnistas, etc.

Mientras veía las noticias, indignada pero honestamente no sorprendida, escucho al periodista que estaba anunciado el hecho decir “la situación de los musulmanes (o dijo árabes?) en Francia es muy complicada, no están bien integrados en la sociedad, ya que ellos mismos no quieren integrarse”.
…Ajá. Bien.

¿Cómo empezar? ¿Por donde empezar?

La cuestión se plantea  a las víctimas novatas. Morir por las ideas, está bien. ¿Pero por cual?

¿A quien defender? Obviamente, desde ya, a las víctimas. ¿Pero qué víctimas? Los primeros en los que pensamos son aquellos que fueron asesinados. Y entonces culpamos a todos los musulmanes, y su religión de mierda, y los empezamos a discriminar…No, pará.
El tema que voy a tratar de desarrollar entonces, si es que puedo ponerle orden a mis ideas, es el de libertad de expresión.
Leí (gracias a Alá, no escuché) muchos comentarios sobre esta revista, en los que si bien no se justifica el hecho se da a entender que estas personas de alguna forma “se lo buscaron” al ofender de este modo a una institución religiosa, a una moral, además conocida por su fundamentalismo y su violencia (porque el catolicismo no es conocido por eso, no). Repudio totalmente este modo de justificación de la violencia y de incitación a la autocensura, pero la pregunta que se seguirá planteado es hasta qué punto se puede defender la libertad de expresión.
Si mis palabras, como individuo, o si mis palabras como institución, o si mis palabras como medio masivo, ofenden y buscan deliberadamente ofender a cierta moral personal, ética pública o institución, ¿La censura es correcta?
Si nuestros derechos terminan donde empiezan los de los demás. ¿Esto incluye, entonces, el derecho de libre expresión? ¿Incluye el derecho de libre discurso?
Si bien, como libertaria que me reconozco, estoy en contra de las acciones de daño deliberado contra una persona física, el daño de la censura es mucho mayor que el daño de una ofensa a una supuesta moral o ética.
La censura del discurso, de cualquier discurso, es el principio del fascismo. Porque el fascismo no es solamente usar esvásticas e ir por la vida pateando judíos. El fascismo empieza en el momento en que se quita la libertad a otro de expresarse, es la primera y más terrible forma de violencia. Quitar la idea. Prohibir la palabra. (Y es que los judíos somos conocidos por hablar mucho y hacer ruido, además de tener narices torcidas).

Y cuando la violencia de instigación a la censura no alcanza, tristemente, se hace uso de la violencia física, contra lo que ellos consideran una amenaza.
Una amenaza es un editor, un dibujante, un columnista.

Pasando a este caso en particular, pasa algo todavía quizás, más terrible. Vuelven a mi cabeza el comentario “ellos se aíslan solos”.  Si bien estoy en contra de toda religión en tanto a estas como institución (especialmente centrado mi crítica en las religiones monoteístas y el mundo occidental, porque bueno, escribo sobre lo que conozco, es lo que hay), de nuevo, no estoy de acuerdo con la censura, de ninguna forma. Y gracias a este hecho sé que todas las voces de gente que pertenece al Islam y actualmente viven en Francia no van a ser tomadas en cuenta (bah, van a ser menos tomadas en cuenta aún). La discriminación contra los inmigrantes y contra el Islam en particular en Francia es terriblemente desoladora. Se les prohíbe practicar sus costumbres (como el uso del velo), se los margina, y además, se les echa la culpa de su propia marginalidad.
“Vos querés vivir así”.
De ninguna forma justifico la violencia fundamentalista, ni a esta religión totalmente militarizada. Pero también hay que velar por toda la gente, toda una identidad, que cada día más es sesgada debido a simplemente haber nacido en una cultura distinta a la cristiana (y no peor ni mejor, y no más ni menos violenta). ¿Qué es lo que lleva a un pueblo a ser tan reaccionario? Cuando se oprime a una persona, los resultados son terribles. Cuando se oprime a toda una cultura, no puede ser más que el principio del fascismo.

Los que caen primero siempre son los que defienden la libertad de todos. Y suelen no ser militares ni líderes, ni religiosos. En este caso, sólo un puñado de periodistas y humoristas que les gustaba burlarse del mundo.

Tengo miedo del panorama que se va pintando. Si bien Argentina no es tan cercana a los hechos, fui criada en la cultura judía en la cual me reconozco y en este país pasó uno de los peores atentados contra el judaísmo por parte de fundamentalistas y terroristas islámicos.
Pero me construí como anarquista (digamo, digamo), y me rehuso a pensar que censurar, marginalizar y demonizar a una cultura distinta a la mía sea la solución de algo. Porque, por más ingenuo que sea mi pensamiento, sostengo que en un mundo en que no se censura la diversidad y no se marginaliza gente, tampoco se masacra a un dibujante o a un escritor por ofender una religión.


Muramos por las ideas. Está bien. Pero de muerte lenta.



Comentario de interés: Antes de ser acusada de plagio por alguien que no entendió la cita indirecta, hago formalmente la cita directa aquí. El título y ciertas frases de acá no me pertenecen, sino que son autoría del señor Georges Brassens, autor y músico, anarco y franchute. Morir por las ideas. Con subtítulos y todo.

 
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Publicado por en enero 9, AM en Sin categoría

 

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